Escritor estadounidense (1819 – 1892)
Creo que una hoja de hierba, no es
menos
que el día de trabajo de las
estrellas,
y que una hormiga es perfecta,
y un grano de arena,
y el huevo del régulo,
son igualmente perfectos,
y que la rana es una obra maestra,
digna de los señalados,
y que la zarzamora podría adornar,
los salones del paraíso,
y que la articulación más pequeña
de mi mano,
avergüenza a las máquinas,
y que la vaca que pasta, con su
cabeza gacha,
supera todas las estatuas,
y que un ratón es milagro
suficiente,
como para hacer dudar,
a seis trillones de infieles.
Descubro que en mí,
se incorporaron, el gneiss y el
carbón,
el musgo de largos filamentos,
frutas, granos y raíces.
Que estoy estucado totalmente
con los cuadrúpedos y los pájaros,
que hubo motivos para lo que he
dejado allá lejos
y que puedo hacerlo volver atrás,
y hacia mí, cuando quiera.
Es vano acelerar la vergüenza,
es vano que las plutónicas rocas,
me envíen su calor al acercarme,
es vano que el mastodonte se
retrase,
y se oculte detrás del polvo de sus
huesos,
es vano que se alejen los objetos
muchas leguas
y asuman formas multitudinales,
es vano que el océano esculpa
calaveras
y se oculten en ellas los monstruos
marinos,
es vano que el aguilucho
use de morada el cielo,
es vano que la serpiente se deslice
entre lianas y troncos,
es vano que el reno huya
refugiándose en lo recóndito del
bosque,
es vano que las morsas se dirijan
al norte
al Labrador.
Yo les sigo velozmente, yo asciendo
hasta el nido
en la fisura del peñasco.
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