En aquel bar
lejos de todo
cerca de él…
Respira el aire cotidiano.
Una música, los
adoquines desparejos,
vidrios empañados que
al trasluz atrapan miradas,
un café ya frío de
esperar calor en sus manos,
silencios ausentes de
presencias que fueron…
Olvidos que no son,
anuncios tempranos
de lo que será.
Testigo de tiempos
perdidos entre las hojas del libro
que aún no escribe.
Esa historia de bohemia y amor.
De locura y pasión.
Perdió las palabras.
Ya no las busca. Arrinconado en
la nostalgia, solo
espera. Desilusión. Incertidumbre.
Su cara reflejada
en el vidrio.
Ve su mirada
extrañada.
Busca en otros ojos
una respuesta certera, final.
Se siente invisible,
lejano, fugaz.
Los acordes del
bandoneón lo llevan a ese tiempo
añorado, invencible,
inmortal.
Cada nota es una voz
que le susurra suavemente
versos no escritos,
que se escapan y regresan.
Fuerza y dolor
furia y creación.
Una imagen desdibujada
casi una visión.
La noche lo espera, en
su magia y soledad.
Disfruta el último
sorbo de café. Frío como su alma.
Las horas lo apuran.
Él, no.
Camina lento entre la
gente como un fantasma perdido
destemplado, alerta a
sus pasos.
Se pierde entre todos.
Entre nadie.
Corrientes es ancha
y ya no trasnocha.
Solo un tango lo
acompaña
hasta el final.