Una
voz suave, con tibieza de amaneceres, la invita a caminar. La tarde que espera
en calma su regreso a la oscuridad, acompaña sus ojos que brillan aún más con
los últimos reflejos del sol.
Esa
calidez reconfortante, la vuelve más segura, más decidida. No quiere regresar;
solo dejar que el tiempo le marque el paso, no las horas.
Añora
los momentos que inventaron su historia. Esa que ya vivió y la que está por
suceder. Siente un sabor penetrante, la incertidumbre se vuelve su brújula que
la guía por esos lugares que siempre imaginó. Al fin, está a salvo.