La magia renació en
miradas y caricias. Fue en aquel viaje.
El auto amurallaba la
rutina y detenía la lluvia.
Por los vidrios
empañados, el paisaje de la noche penetraba calmando la inquietud y deteniendo
el tiempo.
El camino se dejaba
recorrer. Abría de par en par sus certezas para acallar dudas y rencores. Y
poder avanzar.
Todo un desafío
atravesar la tormenta… Solo un momento para alcanzar el amanecer.