Cuando
la tarde se alimenta del rocío y de los pétalos que las flores van dejando, se
percibe un insistente perfume a sol.
Es
el mismo aroma envolvente del mar en el otoño, cuando las olas se acercan
lentamente a la orilla y se confunden con la calidez de la arena húmeda que
acaricia los pies desnudos.
Como
el olor a pinos del sendero pedregoso que se va abriendo paso a través del
viento calmo y silencioso.
Ese
sol de la tarde que lo transforma todo, se deja ver en el horizonte como
promesa en sus colores que pintan de sorpresa el cielo… Es el anuncio y la
salvación.