Una gota de
lluvia ha quedado suspendida
en la hoja de
un alerce;
ha bastado el
soplo de una suave brisa
para hacerla
añicos en la tierra.
Tierra reseca,
árida, escarpada
hambrienta de
aire y aguaceros,
mordiéndose a
sí misma sus terrones
desgajándolos
de a trozos como piedras.
Hambre de sed,
de aliento, de mortaja,
de hueco que se
ahonda y se contrae,
de vahos
criminales y certeros
bajo el anuncio
incumplido
desde el cielo.
Y a la sombra
de nubes mentirosas
roba sin piedad
gotas de llanto
a los pies de
los ojos que prometen
cada mes jugar
a ser la lluvia.
frente al muerto.