Cuando me siento sonreír,
se ríe todo el cuerpo. No es solo un gesto, un cambio en el rostro. Es una
clara sensación en mis entrañas.
Una sonrisa que se vuelve
risa sin razón. Una broma, un recuerdo, el rostro de mi hija al despertarse.
Y así como estrellitas me
iluminan los ojos, veo en los otros mi sonrisa reflejada. Y entonces entiendo
cuál es el misterio tan simple, tan esencial.
Cada día, la vida se
enciende en esos pequeños detalles que muestran su belleza y su amor. En gestos
que reconfortan momentos compartidos y hacen olvidar por un instante esa
tristeza fugaz.