… ¿Es tan sabio, tan inteligente, tan buen escritor... O qué?
Es por esto mismo
que él precisamente comprendió el socratismo: reconoció a Sócrates como instrumento
de la disolución griega, al oponer racionalidad contra instintos. Mientras que
en todos los hombres el instinto, en lo que se refiere a la génesis de la
productividad, es justamente la fuerza poderosa, positiva, creadora y la razón
consciente una función crítica, desalentadora, en Sócrates el instinto se
revela como crítico y la razón es creadora.
Y frente a esto,
se declara discípulo de Dionisio. Él ha comprendido el fenómeno dionisíaco: la
afirmación de la vida hasta en sus problemas más arduos. La voluntad de vivir
regocijándose en el sacrificio de nuestros tipos más elevados. A esto él ha
llamado el fenómeno dionisíaco. Y ha creído hallar en esto, el hilo conductor
que conduce al poeta griego. Ser uno mismo por encima del miedo y de la compasión;
es la eterna alegría del venir a ser, esa alegría que lleva en sí el júbilo del
aniquilamiento.
Nietzsche es un
innovador de primer rango en la historia del conocimiento. Él es el primero en
ver la auténtica antítesis: el instinto degenerativo que se vuelve contra la
vida, con subterránea avidez, y una fórmula de la afirmación suprema, nacida de
la abundancia, de la sobreabundancia. Un decir sí, sin reservas aún al
sufrimiento, aún a la culpa misma, aún a todo lo problemático y extraño de la
existencia.
Él es un filósofo,
un filósofo belicoso - dice - que reta a duelo a los problemas. Y sostiene que
la tarea no consiste en dominar resistencias en general, sino en dominar
aquellas frente a las cuales hay que recurrir a toda la fuerza propia, a toda
la agilidad y maestría propias en el manejo de las armas, en dominar
adversarios iguales a nosotros. Igualdad con el enemigo, primer supuesto de un
duelo honesto. Cuando lo que se siente es desprecio, no se puede hacer guerra;
cuando lo que se hace es mandar, contemplar algo por debajo de sí, no hay que
hacerla.
Él ha encontrado
en la soledad el verdadero estado de curación, el retorno a sí mismo, la
posibilidad de respirar un aire libre, ligero, juguetón. Es por esto un
solitario, o un ermitaño que no soporta la presencia de los demás, y que
sostiene que su humanitarismo no consiste en participar del sentimiento de cómo
es el hombre, sino en soportar el que él participe de ese sentimiento. Su
humanitarismo, sostiene, es una permanente victoria sobre él mismo.
Por qué él se
considera tan inteligente? Pues porque nunca se ha puesto a reflexionar en
problemas que realmente no lo fueran. Es demasiado curioso, demasiado
problemático, demasiado altanero como para aceptar respuestas burdas:
"Dios", "inmortalidad del alma", "redención",
"más allá", son para él respuestas burdas, una indelicadeza para los
pensadores, una burda prohibición. No debemos pensar. Es por eso que en él, el
ateísmo no es un resultado; se da por supuesto, instintivamente.
Por eso es el
momento de cambiar las cosas aprendidas - nos dice -; lo que la humanidad ha tomado en serio hasta
este momento, no son realidades; en rigor, son mentiras nacidas de los
instintos malos de naturalezas enfermas, de naturalezas nocivas en el sentido
más hondo. Los conceptos de Dios, alma, virtud, pecado, más allá, verdad, vida
eterna, son absolutas mentiras. Todas las cuestiones de política, del orden
social, de la educación, han sido hasta ahora falseadas íntegramente por el
hecho de haber considerado hombres grandes a los hombres más nocivos, por el
hecho de haber aprendido a despreciar las cosas pequeñas, los asuntos
fundamentales de la vida misma.
Él quiso ser la
antítesis de ellos.