viernes, 18 de mayo de 2018

¿Por qué no...?





Doy la bienvenida
al espíritu inquieto
que me atormenta
y me sacude;
al recuerdo que construye
mis historias y mis huellas;
al brillo de los ojos
que festejan y saludan
mi llegada;
al sonido de una voz
que vibra en parecida
sintonía;
al frío que entumece
y recorta mis rastros deslucidos;
al repiqueteo insensato
e incesante de las gotas
florecidas en la lluvia;
a la niebla de la noche
cuando todavía es día;
al perfume de una piel
acariciada a la distancia;
a la mano que retiene
con espanto otra mano
que se escapa;
a las huellas que regresan
después de un largo viaje;
a la tormenta que estalla
capturando en un abrazo
los destellos y visiones de la tierra.

¿Por qué no reconsiderar
entonces la posibilidad de morir,
si es poderosa
la urgencia de la vida?

¿Por qué no alucinar
instantes fabricados
en días de dolor y angustiosa
espera?

¿Por qué no dar tregua
al minuto de fracaso
y aventurar placeres
aún en la tristeza
del olvido?

¿De dónde viene entonces
este hincar los dientes
a los trozos esparcidos
de mi vida,
sino por escapar a la
huida final, definitiva?

Y mientras tanto
le doy la bienvenida
y lo celebro
al espíritu inquieto,
al recuerdo que construye,
al brillo de los ojos,
al sonido de una voz,
al frío que entumece,
a las gotas florecidas
de la lluvia,
a la niebla de la noche,
al perfume de una piel,
a la mano que retiene,
a las huellas que regresan,
a la tormenta que estalla,
a mi muerte... en cada instante de vida.








Sentimientos encontrados





La tormenta tiene miedo de la calma
su paciencia es infinita, dichosa su hora.
La calma siente piedad por la tormenta
tanta ira contenida para terminar en nada.

En el punto justo en que se encuentran
definen sus agallas, su fortaleza.
Descargando su brutal desesperanza
aliviando frustraciones y temores.