Acomodaste tu perfil izquierdo
sobre mi tercera costilla adormecida.
En tu hueco añoso y perdurable
soñé la visión de una figura
recostada, ambiciosa, memorable.
Y en el tiempo exacto
en que la planta de tu pie
pisó la tierra,
yo ya estaba a seis mil pies y a nivel
del cielo.
Y antes de contar uno por uno
tus cabellos
me quedé dormida
sobre el suelo.