Escritor estadounidense (1819 – 1892)
El halcón moteado cala sobre mí,
y me acusa lamentándose
por mi charla y mi pereza.
Yo también soy indomable,
yo también soy intraducible.
Sobre los techos del mundo,
resuena mi bárbaro graznido.
El último celaje del día,
se detiene a esperar por mí,
lanzo mi figura, tras las otras,
reposando verdaderamente en cualquier
sombra silvestre.
Me insta engatusándome hacia la
bruma,
y hacia la oscuridad.
Me alejo como el aire,
sacudo mi bucle blanco en el sol
fugitivo.
Vierto mi carne en remolinos,
y la dejo arrastrar por la mueca
del encaje.
Me entrego, a mí mismo, al barro,
para brotar en la hierba que amo.
Si me necesitas,
búscame en la suela de tus botas.
Apenas sabrás quien soy,
y lo que quiero decir.
No obstante soy tu buena salud,
y filtraré con filamentos tu
sangre.
No desfallezcas si no me encuentras
pronto.
Si no estoy en un lugar, búscame en
otro.
En algún lugar te estaré esperando.
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