Ya era tarde, pero decidió caminar un
rato. Solo unas cuadras, para despejarse. La calle solitaria y el viento suave
eran su compañía. Se sentía bien, tanto, que no necesitó encender el último
cigarrillo que llevaba.
Tan relajado estaba que en un primer
momento, no advirtió que alguien lo seguía. Esa presencia se hacía más cercana.
Podía escuchar su respiración, sus movimientos. Calcular la distancia que los separaba.
Decidió no girar para ver quién era.
Al llegar a la esquina para regresar, vio que era su sombra la que seguía sus
pasos. Respiró aliviado. Era solo su sombra.
Nunca reparó que esa noche no había luna
y el corte de luz había sido general en toda la ciudad.
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