El
dolor los aleja de la noche. Solos, con el alma en carne viva, saben que el
momento ha llegado. No alcanzan los abrazos, las miradas, las caricias
prometidas durante años.
Saben
que esta vez, la despedida es irrevocable. Como una sentencia a punto de
cumplirse, cada uno regresará a su mundo. Territorio de rutinas cotidianas.
No
habrá llantos ni reproches… Solo el silencio que recorre sus cuerpos anunciando
el final.
Las
luces se apagarán lentamente y solo quedará el misterio de lo que hubiera
pasado y no…
Fotografía: Brassaï
(Gyula Halász)
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