Siento temor y espanto de no verte
gritar tu nombre, esconder tus sobras
en fin, que no soy quién ni el que te nombra
soy simplemente el emisario de tu muerte.
Y por estar así, echado todo a suerte
es que me voy cansado y no te asombra
la luz dibuja tu perfil en sombra
mientras te vas, ella de pie, inerte.
Y a qué buscar distancias a lo lejos,
y a qué pensar que el tiempo es tu tirano
si solo vacío y rencor hay en tus manos
si cuando escucho tu voz es mi sonido.
Y lo peor, lo oculto, lo temido:
que cuando veo tu rostro es mi espejo.
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