Quiere gritar
y su voz se estrangula en mil nudos
de metal, de hierro retorcido
de acero incandescente y letal.
Quiere gritar
y el sonido de su voz, que fue
vibrante y nocturno
se queda atrapado,
de tal manera aprisionado
que ya en sus oídos
se ha elevado un muro de
piedra y lava.
Quiere gritar
pero no hay quien asista
a la cita. Se ha parado solo
al borde del abismo y
ha decidido detener los días
más altos y enterrarlos.
Quiere gritar
y los labios sellados con su sangre
y sus labios ausentes de palabras
y esos labios que presienten el silencio.
Y son labios sellados de silencios
y palabras
Quiere gritar
y que la lluvia refresque su garganta
y que el goce se haga viento para oírse.
Y que se escuche. Y que se escuche
su grito desgarrado
su grito de montaña sin ladera
su grito alucinado y sin futuro
su grito de entrañas destruidas
su grito de agonía que devora.
Y después que todo se calle.
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