viernes, 16 de febrero de 2018

En aquella puerta abierta a la calle


Su voz, Dios
la que  asegura
ese olor a tiempo en la tarde
recuerdo, despedidas
en la puerta lindante con el tiempo
y por allí se escapa, tapa, lata, mata, ingrata
noche del sueño aquel en que se va
y de pronto sol, luz, más.
Nada que dar, más que esperar

Y su voz, Dios
Trepa, repta, intercepta, apresta
rincón de voces que deciden.
No, se va, ya, más...
Nunca menos que nada, rada, zada, pasada, aliada

Qué voz, Dios
negra, seda, agrega, lega, anega
gotas de miel, hiel, piel
sobre mi estómago abierto
discreto y perfecto.

Y era una voz, Dios.
Su voz, la que me nombra.


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