jueves, 26 de abril de 2018

Nanas de la cebolla



Miguel Hernández  
Escritor español  (1910 – 1942)




La cebolla es escarcha
cerrada y pobre.
Escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla,
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre su cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma, al oírte,
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pones alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa,
vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
y el niño como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño;
nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!


Al octavo mes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.






Atahualpa Yupanqui




Cantautor argentino (1908 – 1992)



El arriero








Los hermanos





Le tengo rabia al silencio






Guitarra Dímelo Tú







Miedo




Gabriela Mistral
Escritora chilena  (1889 – 1957)






Yo no quiero que a mi niña 

golondrina me la vuelvan; 
se hunde volando en el Cielo 
y no baja hasta mi estera; 
en el alero hace el nido 
y mis manos no la peinan. 
Yo no quiero que a mi niña 
golondrina me la vuelvan. 

Yo no quiero que a mi niña 
la vayan a hacer princesa. 
Con zapatitos de oro 
¿cómo juega en las praderas? 
Y cuando llegue la noche 
a mi lado no se acuesta... 
Yo no quiero que a mi niña 
la vayan a hacer princesa. 

Y menos quiero que un día 
me la vayan a hacer reina. 
La subirían al trono 
a donde mis pies no llegan. 
Cuando viniese la noche 
yo no podría mecerla... 
¡Yo no quiero que a mi niña 
me la vayan a hacer reina!