lunes, 5 de marzo de 2018

Nostalgia porteña




En aquel bar
lejos de todo
cerca de él…

Respira el aire cotidiano.
Una música, los adoquines desparejos,
vidrios empañados que al trasluz atrapan miradas,
un café ya frío de esperar calor en sus manos,
silencios ausentes de presencias que fueron…

Olvidos que no son,
anuncios tempranos
de lo que será.

Testigo de tiempos perdidos entre las hojas del libro
que aún no escribe. Esa historia de bohemia y amor.
De locura y pasión.
Perdió las palabras. Ya no las busca. Arrinconado en
la nostalgia, solo espera. Desilusión. Incertidumbre.

Su cara reflejada
en el vidrio.
Ve su mirada extrañada.

Busca en otros ojos una respuesta certera, final.
Se siente invisible, lejano, fugaz.
Los acordes del bandoneón lo llevan a ese tiempo
añorado, invencible, inmortal.
Cada nota es una voz que le susurra suavemente
versos no escritos, que se escapan y regresan.

Fuerza y dolor
furia y creación.
Una imagen desdibujada
casi una visión.

La noche lo espera, en su magia y soledad.
Disfruta el último sorbo de café. Frío como su alma.
Las horas lo apuran. Él, no.
Camina lento entre la gente como un fantasma perdido
destemplado, alerta a sus pasos.

Se pierde entre todos. Entre nadie.
Corrientes es ancha
y ya no trasnocha.
Solo un tango lo acompaña
hasta el final.



Comunicación




Hablas
yo escucho.

Preguntas
yo respondo.

Exiges
yo concedo.

Miras
yo vislumbro.

Piensas
yo imagino.

Organizas
yo fantaseo.

Sales
yo me quedo.

Regresas
yo ya me fui.


Es fantástico que con el tiempo, los dos nos entendamos.




Por última vez




Tan lejos
tan fuerte
tan fatal,
es el silencio que quedó.

Se escapan de sus manos las promesas al sol
por ese mismo camino pedregoso se irá
jurando que ruegos y lágrimas, ya no serán
que el destino hará crecer tierra nueva y fértil.
Y que esta vez, sí, las palabras se irán con el viento.