lunes, 26 de febrero de 2018

Friedrich Nietzsche... V/V


¿Es tan sabio, tan inteligente, tan buen escritor...  O qué?


Cómo puede llegar el error a ese punto, no como individuos, no como pueblos, sino como humanidad!

Cómo se ha podido aceptar el concepto de Dios, si es la antítesis de la vida!
Cómo se ha tenido por cierta la idea del  más allá, inventada para desvalorizar el único mundo que existe!
Cómo se ha hecho verdadero el concepto de alma inmortal, sólo creado para despreciar el cuerpo, para hacerlo enfermar!
Cómo ha podido ocupar el lugar de la salud, la idea de la salvación del alma!

"Yo - nos dice él - , dejo oír en mi voz una profunda esperanza. Yo prometo una edad trágica, el arte supremo en el decir sí a la vida. La tragedia volverá a nacer cuando la humanidad tenga detrás de sí la conciencia de las guerras más duras, pero más necesarias, sin sufrir por ello".

Éste es él.

Un hombre que así habla.

Un hombre en el que la vida y la muerte se hacen instante.

Un hombre que ha visto más, ha querido más, ha podido más.

Un hombre a 6000 pies, más allá del hombre y del tiempo...

Él, Friedrich Nietzsche.



Friedrich Nietzsche… IV/V


… ¿Es tan sabio, tan inteligente, tan buen escritor...  O qué?


Él da la respuesta, la auténtica respuesta a la pregunta: cómo se llega a ser lo que se es.


El llegar a ser lo que se es, presupone no conjeturar, no prever, no presentir lo que se es. Por más que la tarea, que el destino de la tarea supere en mucho la medida ordinaria, no existe mayor peligro que el enfrentarse cara a cara con esa tarea.
Él sostiene que desde este punto de vista, tienen sentido e incluso valor los desaciertos de la vida, los momentáneos caminos secundarios y errados, que tal vez aparten de la tarea misma.
No ha barruntado siquiera lo que en él crece, y así todas sus fuerzas aparecieron súbitas, maduras, en su perfección última. Él es la antítesis de una naturaleza heroica. "Querer" algo, "aspirar" a algo, "proponerse" una finalidad, un "deseo", nada de esto entra en su experiencia. No existe en él el menor deseo de que algo se vuelva distinto de lo que es; él mismo no quiere volverse una cosa distinta. Así ha vivido siempre.

Él es también un destino. Él ha venido a transvalorizar todos los valores. Él ha descubierto la verdad. Él ha olido la mentira como mentira. Él contradice como jamás se ha hecho; pero a pesar de eso es la antítesis de un espíritu que dice que no.
Él es un alegre mensajero como no ha habido otro; pero también es un hombre de la fatalidad pues cuando la verdad entable lucha con la mentira de milenios, habrá guerras como jamás las ha habido en la tierra.
Él ha sido el primero en advertir que la auténtica rueda que hace moverse a las cosas es la lucha entre el bien y el mal.
Él se proclama inmoralista, pues niega un tipo de hombre considerado hasta ahora como supremo: los buenos, los benévolos, los benéficos. Y por otro lado niega una especie de moral de decadencia, la moral cristiana. En realidad,  la primera negación es la consecuencia de la segunda.
Pero también en otro sentido diferente, ha escogido para sí la palabra inmoralista como distintivo. Lo que lo separa, lo que lo aparta del resto de la humanidad es el haber descubierto la moral cristiana.
La ceguera respecto al cristianismo es el crimen contra la vida. El cristianismo - dice - ha sido hasta el presente el "ser moral" y en cuanto "ser moral" ha sido más absurdo, más mendaz, más vano, más ligero, más perjudicial a sí mismo, que cuanto podría haber soñado el más grande despreciador de la humanidad. Se ha considerado la antinaturaleza misma como moral, recibiendo los máximos honores. Se la ha considerado como ley, como imperativo categórico.

Y él ha gritado con espanto.



Friedrich Nietzsche… III/V


… ¿Es tan sabio, tan inteligente, tan buen escritor...  O qué?




Es por esto mismo que él precisamente comprendió el socratismo: reconoció a Sócrates como instrumento de la disolución griega, al oponer racionalidad contra instintos. Mientras que en todos los hombres el instinto, en lo que se refiere a la génesis de la productividad, es justamente la fuerza poderosa, positiva, creadora y la razón consciente una función crítica, desalentadora, en Sócrates el instinto se revela como crítico y la razón es creadora.
Y frente a esto, se declara discípulo de Dionisio. Él ha comprendido el fenómeno dionisíaco: la afirmación de la vida hasta en sus problemas más arduos. La voluntad de vivir regocijándose en el sacrificio de nuestros tipos más elevados. A esto él ha llamado el fenómeno dionisíaco. Y ha creído hallar en esto, el hilo conductor que conduce al poeta griego. Ser uno mismo por encima del miedo y de la compasión; es la eterna alegría del venir a ser, esa alegría que lleva en sí el júbilo del aniquilamiento.

Nietzsche es un innovador de primer rango en la historia del conocimiento. Él es el primero en ver la auténtica antítesis: el instinto degenerativo que se vuelve contra la vida, con subterránea avidez, y una fórmula de la afirmación suprema, nacida de la abundancia, de la sobreabundancia. Un decir sí, sin reservas aún al sufrimiento, aún a la culpa misma, aún a todo lo problemático y extraño de la existencia.

Él es un filósofo, un filósofo belicoso - dice - que reta a duelo a los problemas. Y sostiene que la tarea no consiste en dominar resistencias en general, sino en dominar aquellas frente a las cuales hay que recurrir a toda la fuerza propia, a toda la agilidad y maestría propias en el manejo de las armas, en dominar adversarios iguales a nosotros. Igualdad con el enemigo, primer supuesto de un duelo honesto. Cuando lo que se siente es desprecio, no se puede hacer guerra; cuando lo que se hace es mandar, contemplar algo por debajo de sí, no hay que hacerla.

Él ha encontrado en la soledad el verdadero estado de curación, el retorno a sí mismo, la posibilidad de respirar un aire libre, ligero, juguetón. Es por esto un solitario, o un ermitaño que no soporta la presencia de los demás, y que sostiene que su humanitarismo no consiste en participar del sentimiento de cómo es el hombre, sino en soportar el que él participe de ese sentimiento. Su humanitarismo, sostiene, es una permanente victoria sobre él mismo.

Por qué él se considera tan inteligente? Pues porque nunca se ha puesto a reflexionar en problemas que realmente no lo fueran. Es demasiado curioso, demasiado problemático, demasiado altanero como para aceptar respuestas burdas: "Dios", "inmortalidad del alma", "redención", "más allá", son para él respuestas burdas, una indelicadeza para los pensadores, una burda prohibición. No debemos pensar. Es por eso que en él, el ateísmo no es un resultado; se da por supuesto, instintivamente.
Por eso es el momento de cambiar las cosas aprendidas - nos dice -;  lo que la humanidad ha tomado en serio hasta este momento, no son realidades; en rigor, son mentiras nacidas de los instintos malos de naturalezas enfermas, de naturalezas nocivas en el sentido más hondo. Los conceptos de Dios, alma, virtud, pecado, más allá, verdad, vida eterna, son absolutas mentiras. Todas las cuestiones de política, del orden social, de la educación, han sido hasta ahora falseadas íntegramente por el hecho de haber considerado hombres grandes a los hombres más nocivos, por el hecho de haber aprendido a despreciar las cosas pequeñas, los asuntos fundamentales de la vida misma.
Él quiso ser la antítesis de ellos.


Friedrich Nietzsche… II/V


… ¿Es tan sabio, tan inteligente, tan buen escritor...  O qué?


Él nos dice que no es un monstruo de moral. Es, incluso, una naturaleza antitética de esa especie de hombre venerada hasta ahora como virtuosa.

Preferiría ser un sátiro, incluso un bufón, antes que un santo. La última cosa que él pretendería sería la de mejorar la humanidad. Él no ha venido a establecer nuevos ídolos. Derribar ideales forma parte de su oficio.
Cuando escribe - dice - no habla en él un profeta, uno de esos espantosos híbridos de enfermedad y de voluntad de poder denominados fundadores de religiones. No habla un fanático, no  predica, no se exige fe. No hay nada en él de fundador de una religión; no quiere creyentes, se considera demasiado maligno para creer en él mismo.
Él ha entendido y vivido la filosofía como la búsqueda de todo lo problemático y extraño en el existir, de todo lo proscripto hasta ahora por la moral.
Él se ha descubierto a sí mismo como experto en decadencia, se ha sentido descender hasta lo más profundo. En la enfermedad, en la crueldad y la tortura que significa el dolor, en la falta de vitalidad. Pero se ha descubierto como la antítesis de un decadente. Ha descendido al abismo más profundo y ha vivenciado los valores más sanos y auténticos; ha podido elevarse hacia la plenitud y la vida más rica.
Sintió lo que realmente necesitaba y se puso en sus manos. Era necesario estar sano en el fondo, querer vivir, vivir más. Saborear cada cosa buena, aún las más pequeñas.

Frente a la enfermedad, a la decadencia, opuso una enérgica voluntad de vida e hizo de esto su filosofía. ¡Qué antítesis más profunda con el juicio que los sabios tenían sobre la vida!
Él observó en Sócrates y Platón, síntomas de decadencia. Los consideró como instrumentos de la descomposición griega, como seudogriegos y antigriegos.

Y al verlo así, él se erige en la antítesis. Todo el pensamiento de Sócrates fue un error, toda la moral de perfeccionamiento, aún la moral cristiana ha sido un error. Buscar la luz más viva, la razón a toda costa, la vida clara, fría, prudente, consciente, despojada de instintos y en lucha con ellos no fue más que una enfermedad y en manera alguna, un regreso a la virtud, a la dicha. ¿No es acaso la lucha contra los instintos la fórmula de la decadencia? Felicidad e instintos son idénticos en la vida ascendente.
¿Qué es lo que ocurre cuando todo se ha declarado en anarquía, cuando los instintos quieren erigirse en tiranos? Pues hay que inventar un contratirano que los venza. ¿Y qué es lo que hizo Sócrates? Erigir a la razón en tirano. Y cuando en corto tiempo surja otra cosa que nos tiranice, aparece la razón como libertadora. En este punto ni Sócrates ni sus seguidores están en libertad de ser o no racionales. Les fue forzoso serlo, fue su último remedio.


Friedrich Nietzsche… I/V


… ¿Es tan sabio, tan inteligente, tan buen escritor...  O qué?





No es fácil la tarea.

Descubrir quién es alguien a través de sus libros, no es tarea fácil. Él mismo lo dijo: "una cosa soy yo, otra cosa son mis escritos"
Y el trabajo resulta aún más difícil cuando para poder interpretarlo es necesario, imprescindible, tener buenos oídos. Y generalmente se carece de buenos oídos para escuchar aquello a lo cual no se tiene acceso por la vivencia.
No es una tarea fácil, pero apasiona, hace más libre la mente, reconforta el espíritu...

Todo el tiempo Nietzsche nos dice lo que es... y lo que no es...

Él no es un monstruo de moral, un santo, un profeta, un creador de ídolos, un redentor de la humanidad, un idealista, un fanático, un predicador...
Él es sabio, inteligente, buen escritor, psicólogo, un solitario, experto en decadencia, su antítesis, discípulo de Dionisio, un seductor, filósofo bélico, derribador de ídolos, un espíritu libre, un destino, inmoralista, el Anticristo, un transvalorizador de todos los valores...



¿Podremos ser nosotros lectores perfectos, monstruos de valor y curiosidad, cosas dúctiles, astutas, cautas; aventureros y descubridores natos para descifrar a través de sus palabras quién es él?