Desparramo palabras
sobre la mesa.
Elijo solo algunas,
las necesarias.
Invento una historia
con un principio y sin final.
Solo me falta el
título y el desenlace.
Y terminé.
¿Y si ese fuese el
relato de una vida?
¿Nuestra vida?
Empezaría cada mañana
sin saber qué palabras elegir y dejaría que la historia se cuente sola, que me
sorprenda en cada giro, en cada vuelta de página, en cada nuevo personaje.
Y por las noches, que
las palabras se reordenen, encuentren capítulos no contados y me despierten con
el encanto y el misterio de lo que pasará.
Porque finalmente, yo
escribo mi propia historia…
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