De Historias de Cronopios y de
Famas - 1962
Preámbulo a las
instrucciones para dar cuerda al reloj
Piensa en esto: cuando
te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de
rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente un reloj, que los cumplas muy
felices, y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con anacora de
rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la
muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo
saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es
tuyo, pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un
bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle
cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de a atender a la
hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el
servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de
que se caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es
una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj con
los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen
para el cumpleaños del reloj.
Instrucciones para dar cuerda al reloj
Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo.
Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda,
remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus
hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de
sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una
mujer, el perfume del pan.
¿Qué más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en
libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo
alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la
fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y
llegamos antes y comprendemos que ya no importa.
Instrucciones-ejemplos sobre la forma
de tener miedo
En un pueblo de
Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del
volumen. Si un lector desemboca en esa página al dar las tres de la tarde,
muere.
En la plaza del
Quirinal, en Roma, hay un punto que conocían los iniciados hasta el siglo XIX,
y desde el cual, con luna llena, se ven moverse lentamente las estatuas de los Dioscuros
que luchan con sus caballos encabritados.
En Amalfi, al terminar
la zona costanera, hay un malecón que entra en el mar y la noche. Se oye ladrar
a un perro más allá de la última farola.
Un señor está
extendiendo pasta dentífrica en el cepillo. De pronto ve, acostada de espaldas,
una diminuta imagen de mujer, de coral o quizá de miga de pan pintada.
Al abrir el ropero
para sacar una camisa, cae un viejo almanaque que se deshace, se deshoja, cubre
la ropa blanca con miles de sucias mariposas de papel.
Se sabe de un viajante
de comercio a quien le empezó a doler la muñeca izquierda, justamente debajo
del reloj de pulsera. Al arrancarse el reloj, saltó la sangre: la herida
mostraba la huella de unos dientes muy finos.
El médico termina de
examinarnos y nos tranquiliza. Su voz grave y cordial precede los medicamentos
cuya receta escribe ahora, sentado ante su mesa. De cuando en cuando alza la
cabeza y sonríe, alentándonos. No es de cuidado, en una semana estaremos bien.
Nos arrellanamos en nuestro sillón, felices, y miramos distraídamente en torno.
De pronto, en la penumbra debajo de la mesa vemos las piernas del médico. Se ha
subido los pantalones hasta los muslos, y tiene medias de mujer.
Instrucciones para llorar
Dejando de lado los
motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un
llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su
paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una
contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y
mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno
se suena enérgicamente.
Para llorar, dirija la
imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído
el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas
o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca.
Llegado el llanto, se
tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los
niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un
rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.
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