Escritor argentino (1891 – 1967)
Llorar a lágrima viva…
Llorar a lágrima viva.
Llorar a chorros.
Llorar la digestión.
Llorar el sueño.
Llorar ante las puertas y los
puertos.
Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas,
las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma, la camiseta.
Inundar las veredas y los paseos,
y salvarnos, a nado, de nuestro
llanto.
Asistir a los cursos de
antropología, llorando.
Festejar los cumpleaños familiares,
llorando.
Atravesar el África, llorando.
Llorar como un cacuy, como un
cocodrilo…
si es verdad que los cacuíes y los
cocodrilos
no dejan nunca de llorar.
Llorarlo todo, pero llorarlo bien.
Llorarlo con la nariz, con las
rodillas.
Llorarlo por el ombligo, por la
boca.
Llorar de amor, de hastío, de
alegría.
Llorar de frac, de flato, de
flacura.
Llorar improvisando, de memoria.
¡Llorar todo el insomnio y todo el
día!
Poema 12
Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se
desnudan,
se respiran, se acuestan, se
olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, despiertan, se
iluminan,
se codician, se palpan, se
fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se
disgregan,
se aletargan, fallecen, se
reintegran,
se distienden, se enarcan, se
menean,
se retuercen, se estiran, se
caldean,
se estrangulan, se aprietan, se
estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se
apetecen,
se acometen, se enlazan, se
entrechocan,
se agazapan, se apresan, se
dislocan,
se perforan, se incrustan, se
acribillan,
se remachan, se injertan, se
atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se
enloquecen,
se derriten, se sueldan, se
calcinan,
se desgarran, se muerden, se
asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehúyen, se evaden y se
entregan.
Tríptico
I
Tendido
entre lo blanco,
la vi.
Se aproximaba.
Las pupilas baldías,
el cuerpo inhabitado,
sin cabellos,
sin labios, inasible,
vacía;
junto a mí
a mi lado…
¡Toda hecha de nada!
Se sentó.
¿Me esperaba?
La miré.
Me miraba.
II
Ya estaba entre sus brazos
de soledad,
y frío,
acalladas las manos,
las venas detenidas, sin un pliegue
en los párpados,
en la frente,
en las sábanas;
más allá de la angustia,
desterrado del aire,
en soledad callada,
en vocación de polvo,
de humareda,
de olvido.
III
¿Era yo,
la voz muerta,
los dientes de ceniza,
sin brazos,
bajo tierra,
roído por la calma,
entre turbias corrientes,
de silencio,
de barro?
¿Era yo,
por el aire,
ya lejos de mis huesos,
la frente despoblada,
sin memoria,
ni perros,
sobre tierras ausentes,
apartado del tiempo,
de la luz,
de la sombra;
tranquilo,
transparente?
Siesta
Un zumbido de moscas anestesia la
aldea.
El sol unta con fósforo el frente
de las casas,
y en el cauce reseco de las calles
que sueñan
deambula un blanco espectro vestido
de caballo.
Penden de los balcones racimos de
glicinas
que agravan el aliento sepulcral de
los patios
al insinuar la duda de que acaso
estén muertos
los hombres y los niños que duermen
en el suelo.
La bondad soñolienta que trasudan
las cosas
se expresa en las pupilas de un
burro que trabaja
y en las ubres de madre de las
cabras que pasan
con un son de cencerros que, al
diluirse en la tarde,
no se sabe si aún suena o ya es
sólo un recuerdo
¡Es tan real el paisaje que parece
fingido!
Vuelo sin orillas
Abandoné las sombras,
las espesas paredes,
los ruidos familiares,
la amistad de los libros,
el tabaco, las plumas,
los secos cielorrasos;
para salir volando,
desesperadamente.
Abajo: en la penumbra,
las amargas cornisas,
las calles desoladas,
los faroles sonámbulos,
las muertas chimeneas
los rumores cansados,
desesperadamente.
Ya todo era silencio,
simuladas catástrofes,
grandes charcos de sombra,
aguaceros, relámpagos,
vagabundos islotes
de inestable riberas;
pero seguí volando,
desesperadamente.
Un resplandor desnudo,
una luz calcinante
se interpuso en mi ruta,
me fascinó de muerte,
pero logré evadirme
de su letal influjo,
para seguir volando,
desesperadamente.
Todavía el destino
de mundos fenecidos,
desorientó mi vuelo
-de sideral constancia-
con sus vanas parábolas
y sus aureolas falsas;
pero seguí volando,
desesperadamente.
Me oprimía lo fluido,
la limpidez maciza,
el vacío escarchado,
la inaudible distancia,
la oquedad insonora,
el reposo asfixiante;
pero seguía volando,
desesperadamente.
Ya no existía nada,
la nada estaba ausente;
ni oscuridad, ni lumbre,
-ni unas manos celestes-
ni vida, ni destino,
ni misterio, ni muerte;
pero seguía volando,
desesperadamente.