En el
restaurante de los cronopios pasan estas cosas, a saber que un fama pide con
gran concentración un bife con papas fritas, y se queda deunapieza cuando el
cronopio camarero le pregunta cuántas papas fritas quiere.
—¿Cómo cuántas?
—vocifera el fama—. ¡Usted me trae papas fritas y se acabó, qué joder!
—Es que aquí las
servimos de a siete, treinta y dos, o noventa y ocho —explica el cronopio.
El fama medita
un momento, y el resultado de su meditación consiste en decirle al cronopio:
—Vea, mi amigo,
váyase al carajo.
Para inmensa
sorpresa del fama, el cronopio obedece instantáneamente, es decir que
desaparece como si se lo hubiera bebido el viento. Por supuesto el fama no
llegará a saber jamás dónde queda el tal carajo, y el cronopio probablemente
tampoco, pero en todo caso el almuerzo dista de ser un éxito.
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