El arte... Expresión de sensaciones, sentimientos, fantasías, ideas...
viernes, 16 de febrero de 2018
Tan distintos, tan iguales
Somos el día y la noche.
Yo me enciendo con el sol
tú prefieres a la luna.
Yo camino entre la brisa
tú te haces grande en la tormenta.
Yo me pierdo entre palabras
tú
siempre te callas.
Yo elijo recorrer la calma en la
montaña
tú te adentras en el mar embravecido.
Yo sueño aun despierta
tu siempre con los pies bien sobre la
tierra.
Pero aun así hay un tiempo
breve y claro
en que la noche se hace día
y en la rompiente de las olas
contra la roca inmóvil,
vienes a mi encuentro
despojado de tus miedos
a llevarme a tu mundo
que siempre ha sido el mío.
Paseo nocturno
Ya era tarde, pero decidió caminar un
rato. Solo unas cuadras, para despejarse. La calle solitaria y el viento suave
eran su compañía. Se sentía bien, tanto, que no necesitó encender el último
cigarrillo que llevaba.
Tan relajado estaba que en un primer
momento, no advirtió que alguien lo seguía. Esa presencia se hacía más cercana.
Podía escuchar su respiración, sus movimientos. Calcular la distancia que los separaba.
Decidió no girar para ver quién era.
Al llegar a la esquina para regresar, vio que era su sombra la que seguía sus
pasos. Respiró aliviado. Era solo su sombra.
Nunca reparó que esa noche no había luna
y el corte de luz había sido general en toda la ciudad.
En aquella puerta abierta a la calle
Su voz, Dios
la que asegura
ese olor a tiempo en la tarde
recuerdo, despedidas
en la puerta lindante con el
tiempo
y por allí se escapa, tapa, lata,
mata, ingrata
noche del sueño aquel en que se
va
y de pronto sol, luz, más.
Nada que dar, más que esperar
Y su voz, Dios
Trepa, repta, intercepta, apresta
rincón de voces que deciden.
No, se va, ya, más...
Nunca menos que nada, rada, zada,
pasada, aliada
Qué voz, Dios
negra, seda, agrega, lega,
anega
gotas de miel, hiel, piel
sobre mi estómago abierto
discreto y perfecto.
Y era una voz, Dios.
Su voz, la que me nombra.
Tormenta
La
tormenta se anuncia. Entre las nubes que lo cubren todo, apenas se distinguen
leves retazos de luz de un sol que ya no se ve.
Las
aguas se agitan, se inquietan, se preparan para lo que vendrá.
El
viejo farol de la costanera presencia altivo el desenlace.
La despedida
El
dolor los aleja de la noche. Solos, con el alma en carne viva, saben que el
momento ha llegado. No alcanzan los abrazos, las miradas, las caricias
prometidas durante años.
Saben
que esta vez, la despedida es irrevocable. Como una sentencia a punto de
cumplirse, cada uno regresará a su mundo. Territorio de rutinas cotidianas.
No
habrá llantos ni reproches… Solo el silencio que recorre sus cuerpos anunciando
el final.
Las
luces se apagarán lentamente y solo quedará el misterio de lo que hubiera
pasado y no…
Fotografía: Brassaï
(Gyula Halász)
Música
Y se preguntará
por dónde camina el ciego
siempre al borde del abismo
siempre al límite de la piedra
siempre listo a la caída
y a su desaparición.
Y pensará
en qué bolsa meter el tiempo
para que el segundo se aprisione
y no dure
y no llegue a minuto
y no sea hora
y no forme días.
Anticipará
sin miedo, con seguridad
cómo es la vida
aún antes de vivir
aún antes de nacer
aún antes de morir. Definitivamente.
Y recordará
buscando entre imágenes
de antes y de ahora, una escena
final, determinante, fugaz
y eterna. Aquella que todavía no ocurrió.
Y nadará
en un mar vacío, de agua
contaminada
de agua a la hora del crepúsculo
de agua en tiempo de marea baja
de agua adherida al cuerpo
que no se desprende, que quema.
Y amará
con desconfianza, sin entrega
con manos extendidas y cerradas
con manos de calor pobre, descolorido
con manos de dedos uniformes
y sin forma.
Y soñará
teniendo los ojos entreabiertos, entrecruzados,
entrelazados
y no podrá contar nunca
ese sueño: se le cerrará la voz.
Y después de preguntar, de
pensar, de anticipar,
de recordar, de nadar, de amar,
de soñar, tendrá
tiempo, y aún le resta suficiente
para fumar un cigarrillo
mientras escucha un tema
de Pink Floyd.
Instantes
En este momento
recordaremos
-con tristeza, sin luz -
aquel otro
- distante, entre nieblas -
en el que pudimos decir
- sin miedo, arrogantes-
este instante, será nuestro.
Fotografía: George Friedman
Es la vida…
Es la vida, la que ocurre
todo el tiempo
a nuestro alrededor.
Es decir esa palabra de consuelo
al desconocido que nos mira;
y es el silencio sin culpa
de los amantes
que no saben de palabras.
Es disfrutar la dulce espera
del hijo que regresa;
y es el dolor callado
y contenido
del que busca su destino.
Es ver la mañana de noviembre
que se cubre de celeste;
jacarandá por toda la vereda
nos invita a caminar
por su alfombra amanecida.
Es oír la risa de los niños
que salen de la escuela;
inunda la casa adormecida
y aquieta el silencio
de la mente que piensa y piensa.
Es sentir la brisa suave
que envuelve los temores;
la lluvia clara que limpia
la tristeza por un rato;
la tibieza del sol otoñal
que se cuela sin permiso.
Es caminar por nuevas calles
descubrir un bar donde el café
sabe a aventuras y placeres;
y paladear sorbo a sorbo
mirando el transcurrir del afuera.
Es contemplar el mar en el invierno
en una playa solitaria;
con
la compañía
amable y protectora de las rocas
y la arena entre los dedos.
Es sentarse en el banco de una plaza
donde todo florece, todo verde;
y ver la lejanía de lo ingrato
en sonidos de pájaros libres.
Es la vida, la que ocurre
todo el tiempo
a nuestro alrededor.