Era tiempo de ordenar su cuarto.
Siempre lo postergaba. Falta de tiempo, cansancio, otra cosa más interesante
para hacer.
Tomó coraje y empezó por la vieja
biblioteca. Sacar los libros, acomodarlos, limpiar el polvo que se había
acumulado. Tenía un cariño muy especial por sus libros. La habían acompañado a
lo largo de su vida. Había disfrutado los relatos, los personajes, todo ese
mundo maravilloso lleno de fantasía. Recordaba cuándo y dónde los había
comprado. Cuáles eran un regalo.
¡Pero qué abandonados los tenía!
Por eso no se sorprendió, cuando al
abrirlos para releer, encontró solo páginas en blanco.
Los libros estaban… Las historias, ya
no.
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